miércoles, 31 de agosto de 2016

Hasta las clavijas - programas musicales en vivo

Tambor de candombe. Julieta Salamone, Lautaro Segura y Aitor Vuoto




Violín. Valentina Arlettaz, Elena Catalán, Florencia Millen y Nicolás Zuttión




Trompeta. Eliana Argento, Josefina Muller y Araceli Sosa




Cajón peruano. Aranzazú Meroi, Adriel Osan y Elian Pacher




Charango. Cecilia Cantoia, Julián Gómez y Octavio Gallo




Acordeón. Santiago Dalzotto, Romina Marichal, Ilse Salinas


martes, 23 de agosto de 2016

Disparadores (poéticos)


Octavio Paz – Silencio


Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.


Roberto Juarroz - Poesía vertical 22


Inventar el regreso del mundo
después de su desaparición.
E inventar un regreso a ese mundo
desde nuestra desaparición.
Y reunir las dos memorias,
para juntar todos los detalles.


Hay que ponerle pruebas al infinito,
para ver si resiste.


Alejandra Pizarnik Nº5 (en Árbol de Diana)


por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo


Alejandra Pizarnik Nº9 (en Árbol de Diana)


Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.


Fernando Pessoa – Las pompas de jabón


Las pomas de jabón que este chiquillo
se entretiene en soltar por la pajita
son, traslúcidamente, toda una filosofía.
Claras, inútiles y pasajeras como la Naturaleza,
amigas de los ojos como las cosas,
son lo que son
con una precisión redondita y aérea,
y nadie, ni aun el niño que las suelta,
pretende que sean más que lo que parecen ser.

Algunas apenas se ven en el aire lúcido.
Son como la brisa, que apenas roza las flores al pasar
y de la que tan sólo sabemos que pasa
porque algo se aligera en nosotros
y todo lo acepta más nítidamente.


Washington Cucurto - Negrura ascendente


Celebrando alegres funerales o fiestas fúnebres
mortales
vienen a oscuras rascándose la ñema,
vienen flotando tercetos de negras testarudas;
¡son la partitura oscura de los ángeles! .
El conventillo entero vuela por los cielos,
las cañerías se piran por las tardes.
A mí se me van con sueño los desvelos y al rato
vuelven mis sueños desvelados.
y así se va quedando el infinito sin estrellas
y la alta mar sin vanidad se queda.
Todo ocurre de puro zopetazo
como arte fresco o muerte suave.
Y todo tiene tal locura que hasta la nieve emigra
hacia los Emiratos Árabes; y la locura sigue por ser
loca
y cruza el cielo como estalactitas o partes ínfimas
de un gran cometa.
Ahí vienen,
palomas negras de mal agüero—,
subidas en una alfombra voladora .
lésbicas, sexuales, besándose de a pares:
Carolina, Karina, Cilicia y Ferisbunda.
Las negras hijas del demonio se divierten por los
aires,
dejando chancros en mi corazón ardiente.
Vuelan las tickis besándose a las chiris
tomadas dulcemente de la mano.
En su honor octogenarios niños bailan un
cumbiazo,
y dale que dale las sillas boxeándose de a pares.
El conventillo entero vuela por los cielos.
¿Señor, habrá un diáfano caer de multitudes negras?
¿Vendrán al cabo asopranados protestando?
Las chipas refulgen en el cielo.
Arde el sancocho enamorado de las peras.
El chipaguazú amargo se chivea.
Se chivean las peras y los chivos de la Cordillera.
Marchan los ladrones de guantes blancos
y sueltan a los ladrones de pies descalzos, ¡bravo!
Ardiendo están las negras en mi corazón helado
y tiritando están las mongas en el yoti ardiente
como hojas secas o flores de la muerte.


Washington Cucurto - Patos de plástico en una palangana


Patos de plástico en una palangana
Darles la vida sería el milagro.
Pero lo único que puede darles la vida son las pilas. Así
como Io único milagroso que hay para nosotros (porque depositamos
nuestra fe en ella) es una Cuzqueña bien helada.
Desafortunada comparación para los patitos del Paraguay fabricados
para hacer furor en la mentalidad infantil de la época.
En días navideños ningún pibito se fijaría en unos patitos chapoteando
en una palangana. ¿No tendrán una correcta exhibición?
Los patitos de plástico son la novedad en estas fiestas y en las baldosas
de la Recova del Once, ahí donde la Avenida Pueyrredón muere.
Hay que salvar a estos patitos de las manos callosas de sus vendedores,
ofertantes de porcelana, gritones de estilo superpasado que los
llevarán irremediablemente al fracaso comercial. ¡El fracaso comercial
baja al espíritu!
Les pasará lo mismo que a los cubos mágicos ofrecidos por malos
vendedores de ciruelas, de cadenitas, de figuritas de fútbol viejas. Un
vendedor de figuritas no puede nunca largarse a vender patitos de
plástico.
¡A la mierda los vendedores de figus de fútbol viejas!
¡Esto es el Once!
A cada vendedor su mercadería”, tendría que explicitar un cartel en
esta centenaria Recova.


Federico García Lorca – Verde que te quiero verde


Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.
*
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
*
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
*
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
*
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
*
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.


Olga Lonardi - Corazón de reptil


Algunas tardes
mi yo transmuta en pájaro
en jaula o en abismo,
huye hacia otras pieles,
mientras mi sombra espera paciente
echada al filo de mi carne y de mis sueños,
la sombra huérfana de mí
bebe mis bordes,
desmiente la figura que crece
cuando se esfuma su efímera materia
de levedad y péndulo.


Mi yo transmuta silencioso,
cae por el ojo estrecho de la bestia,
en su propia condena de límite y espanto
se arrastra,
hasta habitar el corazón de reptil
que ahora encarno.


Gioconda Belli – Gozos cibernéticos


Aquí estoy: venada sobre el pasto azul.
Los horizontes son planos luminosos
por los que cursan ríos secretos
arroyuelos por donde corren inquietas descargas eléctricas
-cifras digitales preñadas de cotidianos pensamientos.

Podemos hablar. Zambullirnos en formas geométricas.
Traspasar a conductores minúsculos el gesto de la risa,
acariciar las ideas en su incesante movimiento.

En el misterio interior de la máquina
imagino una ciudad donde soy oráculo y diosa,
principio y fin. Donde la electricidad fluye con mi deseo de vivir
y el ordenador es el puerto hacia el espacio
donde mi cuerpo es el palpitar del cursor
que se agita imitando la frecuencia de mi aliento.

Nunca antes
sobre el pasto azul
han podido ser los venados tan juguetones,
dúctiles, ubicuos.

Y nunca fue tan cierta la misteriosa frase de la creación:
En el principio era el Verbo.

Mi palabra te lleva y te trae. En el misterio del uno y del cero,
danzo para vos
este canto de gozo cibernético.



Raúl González Tuñón – Escrito en una trastienda


En todos los puertos del mundo
descansa la noche
sobre los navíos oscuros
y reza su rosario de lunas
el viejo lobo curtido y silencioso.
Palomas de las músicas vagabundas
picotean los fanales encendidos.
Tu recuerdo ha hecho hueco en mi mano sin luz.
Ah, llegar a tu cabellera rubia como a un puerto final.

Atracan los astros
y detrás de los grandes murallones de sombras
luces multicolores se roban las miradas
y las estrellas son afónicas
como la voz de la violinista tuberculosa
cuya tos en el bar es obligatoria.
El alcohol anda en zancos y las mujeres canallas
Pasean su olor a polvo y su cansancio.
En todos los puertos del mundo
hay alguien que está esperando.
Hasta muy cerca de los navíos
salen los patios
y entran por los oídos de los marinos.
Un sabor dulce, un amargo sabor.
En todos los puertos del mundo
hay vagabundos como yo
que asoman al asombro lejano
el corazón, como un barquito en la mano.
Hay una calle, larga borrachera,
pedazos de noche dispersada
y cuando llega el alba roja y con su clarín
revuela pájaros alucinados,
en todos los puertos del mundo
hay alguien que está esperando.


Paco Urondo - La verdad es la única realidad


Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también esta
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe
bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la
explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos
hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro de una brigada de
policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen
necesariamente el presente, pero pertenecen a
la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo
inmenso cubriendo la Patagonia
porque las
masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad,
como
la esperanza rescatada con la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la
convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver
después del peligro
como los designios de todo un pueblo que
marcha hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a
defenderse, a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la
realidad.

Guadalupe (Pita) Amor - Adentro de mi vaga superficie


Adentro de mi vaga superficie
se revuelve un constante movimiento;
es el polvo que todo lo renueva,
destruyendo.


Adentro de la piel que me protege
y de la carne a la que estoy nutriendo,
hay una voz interna que me nombra;
Polvo tenso.


Sé bien que no he escogido la materia
de este cuerpo tenaz, pero indefenso,
arrastro una cadena de cenizas:
polvo eterno.


Tal como yo han pasado las edades,
soportando la lucha de lo interno,
el polvo va tomando sus entrañas
de alimento...

¡Humanidad, del polvo experimento!


Juan L. Ortiz - Luna deshojada en el viento


Luna deshojada en el viento de la medianoche
que ha apagado el río
y da a aquellos árboles
cercanos de la isla
una forma huyente
casi desesperada
hacia el sur.

Gráciles mujeres con sus agitadas vestiduras de ceniza,
hacia dónde?
sobre el flotante y casi inquieto
infinito que se corona allá abajo de estrellas.
La noche, sin embargo, da una ligera paz al corazón.
La noche se busca más allá de sí misma en el viento que la deshoja,
sin detenerse demasiado en el repentino camino de lirios
que la luna reintegrada hace brotar un momento en el agua.

Seguir la noche sentado en la barranca,
una ligera paz en el corazón...
Pero la noche se busca más allá de sí misma, amigos,
y aquellas huyentes criaturas que no alcanzarán las estrellas...
Pero hay otras criaturas que huyen esta noche bajo el fuego de los hombres
porque los suyos defienden las formas inmediatas y sencillas
de su acuerdo con el universo: su paisaje y su casa,
con todo lo que surgiera de su inocente y honda amistad con éstos,
destacándose o disolviéndose en su sangre cantante;
porque ellos defienden las formas de su alma, o estetas,
o la eternidad viva de su alma, o poetas amantes de una eternidad rígida,
muerte mezquina que os impusieran a vuestros sueños que creíais soberanos.

Las criaturas que huyen bajo el fuego de los hombres,
esta noche, esta misma noche, en que el viento aquí deshoja la luna
y agita hacia el sur fantasmas grises sobre un infinito palpitante!
Esta noche, esta misma noche aquí deshecha en una búsqueda angustiada!

Esta noche, esta misma noche, con transversal y efímero florecimiento de luna líquida.
Esta noche, esta misma noche, las criaturas que huyen bajo alas de espanto,
mientras los suyos entre la tormenta
de hierro, bien derechos, bien derechos se yerguen sobre las cimas del ser.